Tres Cuentos Literary Podcast

28 - La Palabra Maldilta - Gabriela Mistral - Chile - Autoras

June 18, 2020 Carolina Quiroga-Stultz Episode 28
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28 - La Palabra Maldilta - Gabriela Mistral - Chile - Autoras
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 En su tiempo Gabriela Mistral fue admirada y envidiada. En este episodio exploramos lo bonito, lo bueno y lo feo del pensamiento de la chilena en su poesía, prosa y correspondencia, lo que la hizo ser arte y parte de la escena mundial en la primera mitad del siglo XX.


Introducción

La Sed 

—Todos los vasos tienen sed—siguió diciéndome el alfarero;—“esos” como los míos, de arcilla perecedera. Así los hicieron, abiertos, para que pudieran recibir el rocío del cielo, y también, ¡ay! para que huyera presto su néctar. 

Y cuando están colmados, tampoco son dichosos, porque todos odian el líquido que hay en su seno. El vaso de falerno aborrece su áspero olor de lagares; el de óleo perfumado odia su grávida espesura y envidia la levedad del vaso de agua clara. 

Y los vasos con sangre viven desesperados del grumo tenaz que se cuaja en sus paredes, y que no pueden ir a lavar en los arroyos, y son los más angustiados. 

Para pintar el ansia de los hombres, haz de ellos solamente el rostro con los labios entreabiertos de sed, o haz, sencillamente, un vaso, que también es una boca con sed.

Bienvenida

Cordial saludo a los oyentes de Tres Cuentos, el podcast dedicado a las narrativas literarias, históricas y tradicionales de Latino América. Yo soy Carolina Quiroga-Stultz y acabamos de escuchar un poema de Gabriela Mistral. Con la poderosa poesía, prosa y pensamiento de esta enigmática chilena comenzamos la serie de Autoras Latinas.

Han pasado unos cuantos meses desde nuestra última serie, muchas cosas han sucedido y cambiado en el mundo y parece ser que continuarán así por un buen rato.

Hoy espero que redescubramos y reflexionemos sobre una de las poetas más importantes en América Latina, la chilena Gabriela Mistral. Mi objetivo no es hacer una crítica literaria o personal, sino, dejar a Gabriela hablar a través de su poesía, prosa y correspondencia. En su tiempo, ella fue querida y odiada. Curiosamente, la animosidad que ella generó en su tiempo, no se basó en aquellas cosas que a mi parecer la hacen tan humana y tan contradictoria, pero en las banalidades de la burocracia. 

La prosa que escucharán a continuación publicada primero en la editorial de un periódico en Costa Rica en 1951, la pueden encontrar en el libro digital Selected Prose and Prose-Poems, Gabriela Mistral parte de Texas Pan American Literature in Translation Series, Editado por Danny Anderson, y publicado por University of Texas Press.

La siguiente narrativa contará con la contribución de cuatro voces masculinas, Leonardo Quiroga, Néstor Gómez, Bernardo Ospina y Xavier Garza. Les contaré más acerca de nuestras nuevas voces cuando lleguemos a los comentarios.

Gabriela Mistral, vivió en una de las épocas más complejas, trágicas y reveladoras de la humanidad. Su vida y su pensamiento fueron un reflejo de las contradicciones y odios de dicho tiempo, de lo difícil que se es ser mujer en nuestras sociedades patriarcales, del reto que implica tener opiniones independientes y lo que significa declarar la paz en tiempos de guerra.

La Palabra Maldita

Después de la carnicería del año 14, la palabra “paz” saltaba de las bocas con un gozo casi eufórico: se había ido del aire el olor más nauseabundo que se conozca: el de la sangre, sea ella de vacuno, sea de insecto pisoteado o sea la llamada, “noble sangre del hombre”. 

La humanidad es una gran amnésica y ya olvidó eso, aunque los muertos cubran hectáreas en el sobrehaz de la desgraciada Europa, la que ha dado casi todo y va en camino, si no de renegar, de comprometer cuanto dio. 

No se trabaja y crea sino en la paz; es una verdad de perogrullo, pero que se desvanece apenas la tierra pardea de uniformes y hiede a quemados infernales. 

Cuatro cartas llegaron este mes diciendo casi lo mismo:

La primera: “Gabriela, me ha hecho mucho daño un solo artículo, uno solo, que escribí sobre la paz. Cobré en momentos cara sospechosa de agente a sueldo, de hombre alquilado”. 

Le contesto: 

“Yo me conozco ya, amigo mío, eso de la ‘echada’. Yo también la he sufrido después de veinte años de escribir en un diario, y de haber escrito allí por mantener la ‘cuerdecilla de la voz’ que nos une con la tierra en que nacimos y que es el segundo cordón umbilical que nos ata a la madre. Lo que hacen es crear mudos y por allí desesperados. Una empresa subterránea de sofocación trabaja día a día. Y no sólo el periodista honrado debe comerse su lengua delatora o consejera; también el que hace libros ha de tirarlos en un rincón como un objeto vergonzoso si es que el libro no es mera entretención para los que se aburren, si él se enfrenta a la carnicería fabulosa del Nordeste”. 

Otra carta más: “Ahora hay un tema maldito, señora; es el de la paz. Puede escribirse sobre cualquier asunto vergonzoso: defender el agio, los toros, la ‘fiesta brava’ que nos exportó la Madre España, y el mercado electoral doblado por la miseria. Pero no se debe escribir sobre la paz: la palabra es corta pero fulmina o tira de bruces, y hay que apartarse del tema vedado como del cortocircuito eléctrico …” 

Y otra carta aún dice: 

“No tengo ganas de escribir de nada. La paz del mundo era ‘la niña’ de mis ojos. Ahora es la guerra el único suelo que nos consienten abonar. Ella es, además, el ‘santo y seña’ del patriotismo. Pero no se apure usted; lo único que quiere el llamado ‘pueblo bruto’ es que lo dejen trabajar en paz para la mujer y los hijos. Tienen ojos y ven, los pobres. Sólo que de nada les sirve el ojo claro que les está naciendo y hay que oírlos cuando las radios buscan calentar su sangre para llevarlos hacia el matadero fenomenal”. 

Y esta última carta: “Desgraciados los que todavía quieren hablar y escribir de eso. Cuídense del mote que cualquier día cae encima de ustedes. Es un mote que si no mata estropea la reputación del llenador de cuartilla y a lo menos marca a fuego. A su amigo ya lo miran con ‘ojo bizco’, como diría usted. 

“La palabra ‘paz’ es un vocablo maldito. Usted se acordará de aquello de ‘La paz os dejo, mi paz os doy’. Pero no está de moda Jesucristo, ya no se lleva. Usted puede llorar. Usted es mujer. Yo no lloro; tengo una vergüenza que me quema la cara. Hemos tenido una ‘Sociedad de las Naciones’ y después unas ‘Naciones Unidas’ para acabar en esta quiebra del hombre. 

“¿Querrán ésos, cerrándonos diarios y revistas, que hablemos como sonámbulos en los rincones o las esquinas? Yo suelo sorprenderme diciendo como un desvariado el dato con seis cifras de los muertos”.

 (Ninguno de mis cuatro corresponsales es comunista.) 

Yo tengo poco que agregar a esto. Mandarlo en un “Recado”, eso sí. Está muy bien dicho todo lo anterior; se trata de hombres cultos de clase media y estas palabras que no llevan el sesgo de las opiniones acomodaticias o ladinas, estas palabras que arden, son las que comienzan a volar sobre nuestra América. ¡Basta!—decimos—¡basta de carnicerías! Lúcidos están muchos en el Uruguay fiel, en el Chile realista, en la Costa Rica donde mucho se lee. El “error” se va volviendo “horror”. 

Hay palabras que, sofocadas, hablan más, precisamente por el sofoco y el exilio; y la de “paz” está saltando hasta de las gentes sordas o distraídas. Porque, al fin y al cabo, los cristianos extraviados de todas las ramas, desde la católica hasta la cuáquera, tienen que acordarse de pronto, como los desvariados, de que la palabra más insistente en los Evangelios es ella precisamente, este vocablo tachado en los periódicos, este vocablo metido en un rincón, este monosílabo que nos está vedado como si fuera una palabrota obscena. Es la palabra por excelencia y la que, repetida, hace presencia en las escrituras sacras como una obsesión. 

Hay que seguir voceándola día a día, para que algo del encargo divino flota, aunque sea como un pobre corcho sobre la paganía reinante. Tengan ustedes coraje, amigos míos. El pacifismo, pacifismo no es la jalea dulzona que algunos creen; el coraje lo pone en nosotros una convicción impetuosa que no puede quedársenos estática. Digámosla cada día en donde estemos, por donde vayamos, hasta que tome cuerpo y cree una “militancia de la paz”, la cual llene el aire denso y sucio y vaya purificándolo. 

Sigan ustedes nombrándola contra viento y marea, aunque se queden unos tres años sin amigos. El repudio es duro, la soledad suele producir algo así como el zumbido de oídos que se siente en bajando a las grutas … o a las catacumbas. 

No importa, amigos, ¡hay que seguir! 

 

Comentario

Muy bien mis queridos y queridas oyentes, para aquellos que conocían a Gabriela como una poeta, figura maternal, educadora y premio nobel de literatura en 1945, ya se van dando cuenta que ella era mucho más que eso. Antes de que viajemos en el tiempo para desmitificar la santidad de la poeta, conocer o reconocer a la Gabriela que supo ser arte y parte, en el escenario mundial de principios y mediados del siglo XX, quiero brevemente darle las gracias a las cuatro voces masculinas que contribuyeron a este episodio en español en orden de aparición.

Leonardo Quiroga, colombiano, ha contribuido al colectivo de trabajo literario "Errante Insaciable" con algunas ideas cartoneras y talleres literarios para jóvenes y mayores. También sirvió en la máquina de IDARTES en Bogotá como consejero literario. Hoy continúa su camino entre líneas para alejarse de su ego y encontrar su verdad; aporta ideas y hojas colectadas por el camino en este noble proyecto.

Bernardo Ospina, colombiano itinerante, amante de la experiencia empírica y enriquecedora que ofrecen los viajes a lugares desconocidos. Poseedor del don de la palabra hablada elocuentemente, resultado de su carrera profesional y 20 años de experiencia como comunicador social. También es padre de Familia con un doctorado en comportamiento de vida frente al cáncer infantil, debido al diagnóstico de su hija Samantha, quien aún batalla con valentía este mal. Si quieren conocer más acerca de Samantha y ayudar pueden visitar: https://www.gofundme.com/f/samantha-ospina-bastidas

Néstor Gómez, guatemalteco residente en los EU, contó  su primer relato en un evento de la Moth para poder vencer la tartamudez que le atormentaba desde su niñez, y que creen, desde entonces ha ganado más de 40 competencias de la Moth. Néstor es el creador, director y anfitrión del programa de relatos “80 Minutos Alrededor del Mundo” historias de inmigrantes y refugiados. Pueden visitar su página web:  Nestorgomezstoryteller.com

Por último, es un placer presentar a Xavier Garza, texano, nacido y criado en el Valle del Río Grande, es un prolífico autor, artista, maestro y narrador cuyo trabajo se centra en las experiencias de su infancia en la pequeña ciudad fronteriza de Río Grande. Garza ha exhibido su arte y ha presentado sus historias en Texas, Arizona y el estado de Washington. Pueden adquirir sus libros, en Amazon, Cinco Puntos o en Arte Público Press.

Pueden encontrar más información acerca de nuestros invitados en nuestra página web www.trescuentos.com

El ultimo anuncio que quisiera hacer es respecto a un nuevo programa que lance en YouTube llamado StoryTEEPS, ¡Contando historias cautivadoras, efectivas y poderosas! Donde podrán encontrar estrategias y entrevistas con narradores, autores y artistas que espero les sean de utilidad a aquellos que enseñan, cuentan cuentos o simplemente quieren mejorar sus técnicas narrativas. Pueden subscribirse a mi canal de YouTube Carolina Storyteller. ¡Todos los videos tienen subtítulos en español!

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Comencemos entonces a conocer y reconocer a Gabriela Mistral, con uno de sus poemas “La piña”, escrito en 1926.

“Estaba asentada como una dueña en la tierra. Ella no conoce la debilidad del pedúnculo en la pera de oro; bien posada en la tierra estuvo seis semanas, y la sentía suave y poderosa.

Penacho más recio que el suyo, ni el de la crin de los cascos de guerra. Una fruta guerrera ella toda cubierta de cicatrices como el pecho de la amazona. Y bajo esa cápsula breve, la exhalación contenida del aroma que puede embalsamar un campo.

—Es que yo soy hecha—dice ella—a semejanza de la Ilíada, que está llena de duras articulaciones, y que de pronto, se abre con dulzura en la estrofa de Helena.”

En lo personal este poema refleja a la perfección a Gabriela, una mujer de la tierra, que prefería la montaña al mar. Una guerrera, que supo desde temprano que debía estar al acecho de las mordaces palabras de hombres, como ella misma lo afirma: “Haz la travesía de la vida con el brazo armado. El mundo es un campo de batalla en que todos combaten, sólo los imbéciles descansan. Teme más del hombre que de la fiera más sanguinaria […]Aquella no haría sino despedazar tus carnes; este te despedazará tu honor, tu fama y tu dignidad.”

Gabriela Mistral fue una mujer que hizo paz con su diferencia, y llevó sus cicatrices con dignidad llena de dulzura y algo de amargura. Una fruta de piel dura, centro jugoso, un producto de su amada y a la vez distante tierra chilena. Ella era, a veces, un ser difícil de comprender, pero fácil de amar en su letra. En sus palabras: “Soy paloma y soy fiera. Sé arrullar y rugir. Soy modesta hasta la humanidad y altiva hasta el orgullo. Sé admirar las grandezas, pero aquellas cínicas grandezas en que yo creo: la virtud y la inteligencia. “

Aunque fue bautizada con nombre y apellido diferentes, la poeta escogió el nombre por el cual la fama la reconocería, como lo dijo : “¿Qué si tuve otro nombre? Sí, yo tuve dos: el que me dieron de veras (Lucila Godoy) y el que me di de mañosa (Gabriela Mistral). Y el nuevo mató el viejo: una en mí maté, yo no la amaba.” 

No se sabe si el cambio de nombre manifestaba un deseo de hacer borrón y cuenta nueva, pero lo cierto es que tanto Lucila como Gabriela fueron por siempre objeto de admiración y envidia. Y ella era consciente de ello, a veces parecía disfrutarlo y alimentarlo, en sus palabras: “Me enorgullece el inspirar ataques y odios. El inspirar desprecio me apenaría. Tengo una coraza que hace imposible todo golpe mortal dirigido a mí por la calumnia y la maldad: mi carácter altivo, indomable, inalterable. Hablo en mis cantos a los que saben el lenguaje en que van: ¡ellos que me comprendan!”

Hay quienes han dicho que Mistral tenía un carácter algo paranoico, a causa de los ataques de opositores y de los sinsabores de su propia vida. Pero digo yo, quien no acaba teniendo paranoia en un mundo construido por hombres y para hombres; en unas épocas tan turbulentas, sangrientas, fascistas, sexistas y racistas en las que ella vivió, es decir la primera parte del siglo XX. Aunque hoy día, pareciera que estamos repitiendo las mismas dosis de tragedias e incomprensiones. Por lo cual la paranoia anda libre.

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Señala Licia Fiol Matta en su libro A Queer Mother for the Nation, que parte de la confusión alrededor de la figura de Gabriela, radica en que su lugar en las letras Latino Americanas se justificó solo bajo el estatus nacional de maestra de escuela y madre. Dice la autora que después de la muerte de la poeta, ella y su obra fueron en parte olvidadas, por tener un aire sentimental que para muchos solo hablaba de madres y niños. 

Pero como acabamos de ver, en varias de las reflexiones de la misma poeta, su carácter desafiante y crítico, como diría ella “me voy de lengua”, pueden ser también la razón por la cual, más de uno le dio la espalda a la obra de esta chilena. De esa manera, si se la tildaba de sentimentalista en un mundo progresista, nadie revisaría la otra parte de su obra, prosa, ensayos y correspondencia, que expresaban su pensamiento profundo, aquel que decía: “yo confieso el pecado de hablar más de lo prudente, tapándole la boca a quienes tienen mucho que decirme.”

Curiosamente, aunque Mistral inició como maestra rural, parte del antagonismo que recibió radicaba en que no obtuvo un título como las demás educadoras y esto fue una piedra en el zapato para muchos. En las palabras de ella: “Me lapidan por esta culpa de entrar a una escuela a enseñar sin haber pasado por una escuela grande donde deben fabricarse, por ley del Estado, todos los maestros. Yo vine de otra parte. Vine de mi corazón. […]Y después, vine de una vida de estudio, de un cenobitismo de estudio. No entré a esa escuela porque nací pobre. Pero si volviera a comenzar la vida, ahora que ya sé, tampoco entraría por esa gran puerta detrás de la cual estén la ciencia y el arte momificados y no esté la vida. Volvería a desconocerla, y ya conscientemente.”

Este incidente me recuerda al escándalo del año pasado, cuando unas celebridades estadounidenses fueron acusadas de pagar grandes sumas para que sus hijos pudieran entrar a universidades de renombre. Pienso que hay tantas personas que con infinitos recursos económicos no van a las universidades por el deseo de aprender o mejorar sus vidas. Mientras muchos otros están ahogados en deuda estudiantil y otros ni siquiera pueden soñar con una educación superior. 


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Ahora hablemos de su lado feminista que con el tiempo se hizo conservador.

Temprano en su carrera como escritora Mistral mostró su lado feminista, que, como todo, con el tiempo cambió. Primero escuchemos a esa Gabriela que cuando tenía 16 años, en 1905 escribió: “La instrucción de la mujer es una obra magna que lleva en sí la reforma completa de todo un sexo. Porque la mujer instruida deja de ser esa fanática ridícula que no atrae a ella sino la burla; porque deja de ser esa esposa monótona que para mantener el amor conyugal no cuenta más que con su belleza física y acaba por llenar de fastidio esa vida en que la contemplación acaba. […] Se ha dicho que la mujer no necesita una mediana instrucción. Y es que aún hay quienes ven en ella al ser capaz solo de gobernar el hogar […] Tendréis en el bello sexo instruido, menos miserables, menos fanáticas y menos mujeres nulas.”

Pienso que es probable que su juventud la llevara a ser tan enfática y radical en la educación de la mujer. Pero a medida que entró en la adultez y que conocía sobre los nuevos discursos políticos que comenzaban a considerar a la mujer como un actor económico y social en una agenda política de ismos, su posición se ajustó a dichas circunstancias.

Licia Fiol Matta nos dice que “Mistral creó un discurso público que respaldaba un rol conservador para las mujeres dentro del estado, pero su vida privada se salía significativamente de dicha prescripción del estado.” Es posible que Gabriela ajustara su pensamiento, después de su viaje a México, y al ser expuesta a las doctrinas patrióticas que se esparcían por todas partes en los comienzos del siglo XX.

Dice Gabriela en su libro Lectura para Mujeres, publicado en 1924 cuando ella tenía 35 años: “Para mí, la forma de patriotismo femenino es la maternidad perfecta. La educación más patriótica que se da a la mujer es, por lo tanto, la que acentúa el sentido de la familia.” 

Con esta afirmación, pareciera que la poeta se contradice, abogando por la educación de las mujeres en su juventud, para que acaben siendo madres de familia en su adultez. Lo cierto es que ya se ponía de moda, el asunto de buscar marido en la Universidad. 

Otro elemento, donde Gabriela parece contradecirse, es esa maternidad que ella dice hace a una mujer completa, pero si revisamos su vida, ella misma no se integró al típico arquetipo de familia: papá, mamá e hijos. Aunque, debemos aclarar que ella a su manera fue madre, al criar al joven Juan Miguel Godoy Mendoza. 

Continúa la autora Licia Fiol Matta diciendo que la posición de Gabriela cambió estratégicamente durante su vida. Esto hizo difícil saber con certeza cómo ella se sentía frente a diferentes temas, mostrando así un pensamiento ambivalente. 


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Ahora, hablemos de los estandartes bajo los cuales Mistral fue asociada.

Mistral fue identificada con la defensa de los más desvalidos, es decir, las mujeres y los niños, y también de los mestizos y los indígenas. Escuchemos primero su poema “Arrojada”: 

“Mi padre dijo que me echaría, gritó a mi madre que me arrojaría esta misma noche. 

La noche es tibia; a la claridad de las estrellas, yo podría caminar hasta la aldea más próxima; pero ¿y si nace en estas horas? Mis sollozos le han llamado tal vez; tal vez quiera salir por ver mi cara con lágrimas. Y tiritaría bajo el aire crudo, aunque yo lo cubriera.”

Por la inclusión de este corto poema y de otros similares en el libro Desolación, Gabriela fue duramente criticada por su defensa de las mujeres que no cabían dentro del molde patriarcal de lo que ha de ser una casta mujer, pero ella respondió: “Una tarde, paseando por una calle miserable de Temuco, vi a una mujer del pueblo, sentada a la puerta de su rancho. Estaba próxima a la maternidad, y su rostro revelaba una profunda amargura. Pasó delante de ella un hombre, y le dijo una frase brutal, que la hizo enrojecer. Yo sentí en ese momento toda la solidaridad del sexo, la infinita piedad de la mujer para la mujer, y me alejé pensando: —Es una de nosotras quien debe decir (ya que los hombres no lo han dicho) la santidad de este estado doloroso y divino. Si la misión del arte es embellecerlo todo, en una inmensa misericordia, ¿por qué no hemos purificado, a los ojos de los impuros, esto?

Y escribí los poemas que preceden, con intención casi religiosa. Algunas de esas mujeres que para ser castas necesitan cerrar los ojos sobre la realidad cruel, pero fatal, hicieron de estos poemas un comentario ruin, que me entristeció, por ellas mismas. Hasta me insinuaron que los eliminase de un libro. […]. ¿Había de eliminarlas? ¡No! Aquí quedan […]”

Y después de escuchar a Gabriela es que yo digo que necesitamos educar a las mujeres, para que ocurran menos embarazos no deseados, para que desarrollemos solidaridad de género y acabemos con esos comentarios y chistes como: ¡ella lo estaba buscando! ¡O el hombre propone y la mujer dispone! ¡O cuando una mujer dice no quiere decir sí!

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Ahora miremos los comienzos del pensamiento de Gabriela Mistral respecto a la situación de los indígenas. Cuando Gabriela ya rondaba los 30 años escribió el siguiente texto que lo pueden encontrar en el libro Bendita sea mi Lengua, compilado por Jaime Quesada, en Cuaderno de Magallanes y Temuco (1918-1920):

“Hay que saber, para aceptar esta afirmación, lo que significa la tierra para el hombre indio; hay que entender que la que para nosotros es una parte de nuestros bienes, una lonja de nuestros numerosos disfrutes es para el indio su alfa y su omega, el asiento de los hombres y el de los dioses […]Estas emociones se trenzan en la pasión profunda del indio por la tierra. Nosotros, gentes perturbadas y corrompidas por la industria; nosotros, descendientes de españoles apáticos para el cultivo; insensibles de toda insensibilidad para el paisaje, y cristianos espectadores en vez de paganos convividores con ella, no llegaremos nunca al fondo del amor indígena del suelo […]Perdiendo, pues, […] cuantas virtudes tenían en cuanto a clan […] Dejaron caer el gusto del cultivo, abandonaron la lealtad a la tribu, que derivaba de la comunidad agrícola, olvidaron el amor de la familia […] y una vez acabados en ellos el cultivador, el jefe de familia y el sacerdote o el creyente, fueron reentrando lentamente en la barbarie -entrando, diría yo, porque no eran la barbarie pura que nos han pintado sus expoliadores-. Después de rematar nuestra rapiña, nos hemos puesto a lavar a lejía la expoliación, hasta dejarlo de un blanco de harina. Robar a salvajes es servir la voluntad de un Dios, que tendría una voluntad caucásica.”

Más adelante, después de su viaje a México en 1922, invitada por José Vasconcelos en una misión cultural para combatir el analfabetismo, Gabriela escribió el ensayo “El Tipo del Indio Americano”. Les leeré solo un fragmento, pero pueden encontrar el texto completo en el enlace web que está en la bibliografía de este episodio: 


“Una de las razones que dictan la repugnancia criolla a confesar el indio en nuestra sangre, uno de los orígenes de nuestro miedo de decirnos lealmente mestizos, es la llamada "fealdad del indio". Se la tiene como verdad sin vuelta, se la ha aceptado como tres y dos son cinco. Corre parejas con las otras frases en plomada. "El indio es perezoso" y "el indio es malo". 

[…] Debía haberse enseñado a los niños nuestros la belleza diferenciada y también la opuesta de las razas. El ojo largo y estrecho consigue ser bello en el mongol, en tanto que en el caucásico envilece un poco el rostro; el color amarillento, que va de la paja a la badana, acentúa la delicadeza de la cara china, mientras que en la europea dice no más que cierta miseria sanguínea; el cabello crespo que en el caucásico es una especie de corona gloriosa de la cabeza, en el mestizo se hace sospechoso de mulataje y le preferimos la mecha aplastada del indio.

En vez de educarle de esta manera al niño nuestro el mirar y el interpretar, nuestros maestros renegados les han enseñado un tipo único de belleza, el caucásico, fuera del cual no hay apelación, una belleza fijada para los siglos por la raza griega a través de Fidias.

En cada atributo de la hermosura que los maestros nos enseñan, nos dan exactamente el repudio de un rasgo nuestro; en cada sumando de la gracia que nos hacen alabar nos sugieren la vergüenza de una condición de nuestros huesos o de nuestra piel. Así se forman hombres y mujeres con asco de su propia envoltura corporal; así se suministra la sensación de inferioridad de la cual se envenena invisiblemente nuestra raza, y así se vuelve viles a nuestras gentes sugiriéndoles que la huida hacia el otro tipo es la única salvación.”

Antes de que se levanten a aplaudir la visión indigenista de Gabriela, debo sugerir que se lean el texto completo y que tomen en cuenta que ella era del parecer del mismo Vasconcelos; quien al escribir su texto la Raza Cósmica, enalteció nuestro mestizaje, pero con tintes eugenistas. En los cuales los afrodescendientes estaban condenados a desaparecer, a través de un selectivo filtro social. 

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Nos dice Licia Fiol Matta que Gabriela representó la imagen pedagógica del indio y el mestizo. Gracias a ello, dicha imagen entró en el currículo de las escuelas en Latino América. Es posible que este discurso y muchos otros hayan contribuido a que, en ciertos países de Latinoamérica, se vanaglorien del pasado indígena que existió en dichas geografías, reclamando las características de bravura y genio que tuvieron aquellos antepasados. Pero donde al mismo tiempo se hace un esfuerzo grande por privatizar la tierra, los recursos, por ser capitalistas, blancos y modernos. 


Me pregunto entonces, ¿hasta dónde nos conviene ser herederos del pasado indígena? ¿Hasta dónde nos conviene llamarnos mestizos? Este, por supuesto, es un debate para otro episodio. Mientras tanto escuchemos brevemente un extracto de lo que Vasconcelos, el amigo de Gabriela pensaba:

“Los tipos bajos de la especie serán absorbidos por el tipo superior. De esta suerte podría redimirse, por ejemplo, el negro, y poco a poco, por extinción voluntaria, las estirpes más feas irán cediendo el paso a las más hermosas. Las razas inferiores, al educarse, se harían menos prolíficas, y los mejores especímenes irán ascendiendo en una escala de mejoramiento étnico, cuyo tipo máximo no es precisamente el blanco, sino esa nueva raza, a la que el mismo blanco tendrá que aspirar con el objeto de conquistar la síntesis. El indio, por medio del injerto en la raza afín, daría el salto de los millares de años que median de la Atlántida a nuestra época, y en unas cuantas décadas de eugenesia estética podría desaparecer el negro junto con los tipos que el libre instinto de hermosura vaya señalando como fundamentalmente recesivos e indignos, por lo mismo, de perpetuación. Se operaría en esta forma una selección por el gusto, mucho más eficaz que la brutal selección darwiniana, que sólo es válida, si acaso, para las especies inferiores, pero ya no para el hombre.”

Mis queridos oyentes, la forma de pensar de Gabriela, Vasconcelos y muchos más, reflejan las tendencias de su época; solo recuerden los experimentos de nazis. No olviden que Gabriela vivió durante las dos guerras mundiales, la entrada del comunismo, el fascismo, y vivió parte de la Guerra Fría. Estas creencias no disculpan el racismo contra los afrodescendientes, ni el deseo de construir el hombre ideal a través métodos eugenistas e higiénicos. Sin embargo, explica cómo sus palabras y pensamientos aún impregnan nuestras idiosincrasias y conversaciones, y por qué necesitamos una nueva forma de pensar, inclusiva, diversa y tolerante.

Finalmente, continuando con el discurso de Vasconcelos, éste luego asegura que las personas negras en Latino América han sido transformadas en mulatos, sugiriendo que, en siguientes generaciones, de continuar el apropiado mestizaje, habrán sido completamente asimilados y mejorados. ¿Me pregunto cuántas naciones latinas aún aseguran que no tienen afrodescendientes? ¿O cuántas personas se llaman a sí mismas blancas? a pesar de que es obvio que no se han mirado detenidamente al espejo. Ciertamente mis queridos oyentes, las vidas de nuestros afrodescendientes valen tanto como las nuestras. 


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Con todo lo que hemos escuchado acerca del pensamiento de Gabriela Mistral, lo bueno, lo malo y lo feo, podríamos decir que ella era una mujer de opiniones, quizás políticas. Aunque, a decir verdad, dicha palabra para ella era como el antónimo de la paz. 

A pesar de las contradicciones que hemos visto en el pensamiento de la poeta, Gabriela Mistral representó en su tiempo una figura de paz, acuerdo y diplomacia, quien se llamaba a sí misma “el fenómeno de una mujer sin partido político”. Aunque se empeñó en distanciarse de la política, no estuvo exenta de participar en ella. Después de todo fue cónsul chilena en diferentes partes del mundo durante la primera parte del siglo XX, uno de los siglos donde las políticas radicales se llevaron a escala global. En el siguiente texto vemos cuán reacia Gabriela se siente al respecto a ser considerada una figura política por sus ideas sociales:

“Mi posición en favor de la paz no dimana de partido político, pues no pertenezco a ninguno. Mi posición moral de pacifista es la reacción normal que la guerra levanta en una mujer, y particularmente, en una exmaestra y en una hispano-americana que sabe la estrechez de nuestros recursos y sabe también que las aspiraciones de nuestro gobierno son las de aminorar, con una política de salarios suficientes, de habitación popular y de cuido de la salud pública, las deficiencias de nuestra democracia, que por ser un hecho de ayer, no puede estar madura. […] Mi índole refractaria al extremismo político no ha mudado y, por el contrario, se aferra más a su viejo concepto de que la política de los dos superlativos, el ultra-tradicionalista y el futurista, dañan a nuestra América criolla de Norte a Sur y le consumen los años en una especie de calentura ecuatorial o en una inercia mortal.

[…] El conservador y el comunista son para mí lisa y llanamente “ciudadanos chilenos” […] Más de alguno me ha enrostrado mi prescindencia “egoísta y comodona” en lo político. Les digo: “Siento mucho no poder darles gusto; tengo una falta real de temperamento político”."

Tuviese o no temperamento político, Gabriela tenía opiniones al respecto de casi todo. Lloró cuando Augusto César Sandino murió después de liderar una rebelión en Nicaragua contra la ocupación militar de los Estados Unidos entre 1927 y 1933.  Protestó las dictaduras que contagiaban las Américas como lo dice en el siguiente texto: “Yo vengo harta de gobiernos de generales por el Pacífico, la pobre, la infeliz América Pacífica, llena de hambre, de pestes, de desorden y toda ella, desde el Perú, gobernada por ellos hasta Cuba. Me apena ver que los chilenos no tienen otro súper hombre que el señor general. Es muy triste ver la patria caída en una mentalidad de tribu. Chile ha olvidado su terrible experiencia. ¡Aquellos tiempos del militarote!”

Esta mujer que prefería la dejaran fuera de tanto jaleo político, propuso ayudar a los refugiados españoles durante la dictadura de Francisco Franco entre 1936-1975: “Mi ministro me dice que le parece muy buena mi idea de que se vaya haciendo algo, desde luego, por llevar a la América a la gente de cátedra que está en peligro en España, a la que pueda estarlo en este momento, y especialmente a la que lo estará en poco más si continúa el avance de los rebeldes (ayer caía Irún y las esperanzas están muy quebradas).[…] Veo que comienza una campaña de prensa de los desterrados españoles. Es muy posible que no la ganen. Lo que a mí me pasma más en Franco es el que su conciencia militar-católica haya aceptado lisa y llanamente tener en el destierro a unos cuatrocientos mil españoles. No lo ha hecho jamás otro país.”

Sea que Gabriela conociera o no lo que Aristóteles dijo alguna vez, que el hombre es un animal político, lo cierto es que para ella como al resto de nosotros la paz se hacía cada vez más una utopía. Como dijo Margot Arce, la ensayista puertorriqueña: “En el orden histórico: la Segunda Guerra Mundial, La Guerra de Corea, La Guerra fría, la delación fomentada y retribuida, las persecuciones, los campos de concentración, los refinamientos de la tortura física y sicológica, los éxodos forzosos y en masa, la inseguridad, el recelo, el miedo, la histeria, las bombas termonucleares; una subversión de valores tan absoluta que convierte la paz en “palabra maldita” y a los que quieren la paz en sospechosos y perseguidos.”

Si después de todo lo que Gabriela nos ha dicho, sienten que no la conocen; sienten que no se les parece a ninguna mujer en sus vidas, testaruda y sensible, adalid y simpatizante, huraña pero sociable, feminista pero conservadora, con un especifico caso de racismo selectivo, pero generosa con los desvalidos, entonces quizás estén desconociendo a muchas mujeres en sus vidas. 

En particular Mistral me recuerda a muchas conocidas parientes, tías, vecinas, amigas y familiares, a quienes aprecio, pero con las cuales tenemos diferencias fundamentales. Porque la verdad es que cada ser humano es un puñado de contradicciones, pero hay mérito en el deseo de aprender y la disposición a reflexionar con el corazón abierto. Y como decía la Chimoltrufia, no nos hagamos tarugos, la verdad es que nadie conoce a nadie, ya Gabriela lo dijo:

“Me conocen, pero a medias o a tercias... Yo soy el fenómeno de una mujer sin partido político. No tengo, pues, compadritos políticos que velen por mí. He deseado y, hasta hoy realizado, el hecho absurdo pero absoluto, de vivir ayuna de partido, tan libre, y tan sola como el pájaro más solo y más desvalido a la vez. Creo que es la única manera de no tener clan que me gobierne. Pero he guardado el amor del pobrerío y esto por doctrina, una doctrina que mira solo a la independencia, a fin de juzgar los hechos del mundo sin dictados que signifiquen órdenes de rojos ni de negros...”

Muy bien queridos oyentes, con esta declaración de independencia política damos por terminado el programa de hoy. En nuestro siguiente episodio de Autoras Latinas, conoceremos a otra maestra que no calló las injusticias sociales que la rodeaban, una mujer con una lengua afilada y un pensamiento mordaz, la fabulosa costarricense Carmen Lyra. Nos vemos en dos semanas. Hasta el siguiente cuento, adiós, adiós.

Poema "La Sed" por Gabriela Mistral
Bienvenida
Texto: La Palabra Maldita por Gabriela Mistral
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